El objetivo propuesto por la UE es destinar el 3% de su PIB a la I+D en 2020 pero, en 2016, la inversión media se situó en el 2,03% del PIB, lo que supone algo más de 300.000 millones de euros, según la oficina de estadística comunitaria (Eurostat).
De esos 300.000 millones, los países que más recursos dedicaron a la ciencia fueron Alemania (92.419 millones), Francia (48.643 millones en 2015), y Reino Unido (40.451).
En comparación con otras economías del mundo, los últimos datos de los que dispone Eurostat corresponden al gasto en I+D realizado en 2015, que sitúan Corea del Sur a la cabeza del gasto, con el 4,23 % de su PIB, seguida de Japón, con el 3,29 % y de Estados Unidos ( 2,79 %).
En España el gasto interno en I+D ascendió a 13.260 millones de euros en 2016, lo que supuso un aumento del 0,7% respecto al año anterior, en importe total, no obstante como % del PIB, presenta un ligero retroceso interanual del 1,22% al 1,19%.
Si realizamos un análisis en cuanto a la tendencia en está última década, el resultado es dramático, “esta cifra representa apenas dos centésimas más que en 2006, lo que le sitúa entre los países con menor crecimiento de gasto en la última década”. Por debajo del 1 % del PIB, se encuentra Letonia (0,44 %), Rumanía (0,48 %), Chipre (0,50 %), Malta (0,61 %), Lituania (0,74 %), Bulgaria (0,78 %), Eslovaquia (0,79 %), Croacia (0,84 %), Polonia (0,97 %), Grecia (0,99 %). Ligeramente por encima del 1% se encuentra Irlanda y España.
Recursos destinados en I+D por los países miembros de la UE en términos de PIB en 2016. Fuente Eurostat.
La lectura en positivo que podemos realizar de estos datos, es que tenemos un gran reto que no puede aplazarse, España cuenta con un gran potencial innovador que debe aflorar, el 28,5% de las empresas españolas con más de 10 trabajadores son innovadoras, muestra de ello es la posición de liderazgo de España en el Instrumento PYME. Es indispensable una apuesta política comprometida y estable, “ya no es una opción, sino la única opción”, en línea con procesos ágiles, que respondan con la realidad de las necesidades de nuestro tejido innovador, en la que necesitamos ganar tamaño, colaboración “efectiva”y mayor dimensión de las inversiones con claro enfoque a resultados explotables y ganancia de posición competitiva.
En este contexto consideramos clave que se apuesta por ecosistemas colaborativos entre las nuevas startups tecnológicas y las grandes empresas en negocios consolidados. Se trata de una simbiosis en las que ambas partes salen beneficiadas, las grandes disponen del musculo financiero, efector tractor, escalabilidad, infraestructuras, acceso a clientes, etc., y las startups aportan innovaciones, flexibilidad y frescura para validar y pivotar nuevos modelos de negocio y tecnologías.
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